El capitán olvidado

"Caballeros, hoy será un día duro. El enemigo se acerca, y no tendrá piedad. Nos masacrará a todos si puede, y no dudará cuando tenga que desenvainar sus armas. ¿Han entendido lo que les he dicho?"
"Sí, mi capitán" dijeron todos al unísono.
"¿Y están dispuestos a luchar?"
"¡¡¡Sí, mi capitán!!!"
Una voz, más osada que las demás, sonó en solitario.
"¡¡Lucharemos hasta el final por el capitán Sombra de Lobo, señor!!"
"¿Quién ha dicho eso? Preséntese ante mí inmediatamente."
El soldado se despegó de la fila y se puso firme. Me acerqué a él hasta poner mi rostro a sólo dos centímetros del suyo.
"Señor Harrison... ¿desde cuándo me llama "señor"? Soy su capitán, ni general, ni señor, ni amo... capitán, a secas."
"Sí, mi capitán"
"Así me gusta... y ahora, regrese junto a sus camaradas."
Todos volvieron a exclamar con una sola voz
"¡¡Salve a nuestro capitán!!"
Miré hacia el lejano horizonte. Estaba amaneciendo. Y el general no aparecía. Lo sabía: tenía esa sospecha en el fondo de mi corazón, la sospecha de lo que iba a ocurrir. Pero mis compañeros lo comprendían también, y a pesar de ello continuaban siguiéndome. Sería la última batalla, y la última vez que alguien me llamaría "capitán". Después de ello, sabía que iba quedarme sólo, olvidado, degradado, y posiblemente, con una terrible culpa en mi interior, culpa que ya había empezado a llevar...

"Caballeros, démosle a nuestro enemigo la lección de su vida... ¡Desenvainen su espada, y ruéngele a Dios!"
"¡¡¡SÍ, MI CAPITÁN!!!"